miércoles, 8 de agosto de 2012

Manual para Despabilarse: El anillo.

Había una vez un Rey que vivía en un reino muy próspero y que era muy amado por su pueblo. Pero el Rey no estaba tranquilo, pues intuía que los presentes años de buenas cosechas, de paz y de salud, darían tarde o temprano paso a desgracias y penurias.

Entonces llamó a los sabios del reino y les dijo: "quiero que busquen una respuesta a las tragedias de la vida. Necesito una herramienta de apoyo y sabiduría cuando todas las cosas anden mal".

Los sabios se retiraron a meditar en una alta torre, alejados de la vista de la plebe, y después de días de encierro y conciliábulo le trajeron la respuesta al rey.

"Su majestad, he aquí este anillo. Deseamos que lo use siempre y cuando algún día, quieran los dioses que nunca ocurra, se encuentre perdido y sin ninguna esperanza, acuérdese de mirar el reverso de este anillo. Posee el instrumento de sabiduría que nos pidió".

El Rey entonces se calzó el anillo y la vida continúo. Pasaron muchos años y el reino fue invadido por una feroz tribu del norte, nómades a caballo, que arrasaban con todas las ciudades que encontraban. Estaban a las murallas de la capital y la destrucción de ésta parecía inminente. Los hombres peleaban luego en las calles, en las casas, defendiendo su vida y el palacio real estaba siendo copado por los sanguinarios enemigos. El Rey ensangrentado y exhausto por las largas horas de lucha gritaba y alentaba a sus hombres sin cesar. Cuando ya toda la guardia real yacía muerta alrededor, un sirviente cogió un caballo y le dijo: "huya Majestad, huya, pues usted vivo es nuestra última esperanza".

El Rey tomó el caballo y galopó lejos, alejándose de la ciudad en llamas, pero pronto se percató que era seguido por miles de enemigos que deseaban su cabeza. Galopó sin cesar dos días y dos noches, hasta que por fin el caballo agotado reventó.

Nuestro Rey se hallaba entonces en el suelo, ensangrentado y profundamente herido, con toda su familia y amigos muertos, y delante de él una profunda quebrada le cortaba el camino. Miró hacia atrás y vio que los enemigos se acercaban y ya parecían festejar su muerte.
Fue solo entonces que recordó el anillo. Lentamente lo sacó de su dedo y leyó la inscripción que los sabios del reino habían escrito años atrás. Decía:


"Esto también va a pasar".